martes, 8 de marzo de 2011

Notas para una poesis social. Lo molecular y lo glocal

Por Antelmo García Hernández

El diagnóstico está sobre expuesto, la imaginería rebasada, el victimismo racional y justo se convierte un suvenir en la eterna queja de una izquierda que se niega a crecer. La corrupción no tiene colores porque la sociedad ha sido deseducada en esos anti valores.Somos monocromáticos en la confianza a otro ser humano. La coherencia no tiene visos de curar la acción social.
A la protesta le falta la coherencia, estar contra sin construir su contrario, es el suicidio social. Reclamar sin construir. ¿Quiénes construirán sobre las ruinas? La queja gana muchos adeptos, la construcción de los proyectos propositivos y educativos suelen ser muy solitarios. La violencia intrafamiliar es el semillero de la carne de cañón del narco, de la sociedad que vende su voto. La política social, el sistema de partidos, la televisión cuenta con su masa de pasivos que solo piden una despensa y su talk show para creer e inventarnos en el cinismo como convivencia social. Queremos que otros cambien pero mi molecularidad, mi microcosmos sobre la que descansa el becerro de oro lo conservo incólume. El cinismo como ethos social descansa en esa cultura que nos une y es el de la corrupción que hace girar la rueda sobre un camino cuyo destino nos escandaliza. El verdadero tema nacional silenciado es que el escándalo deseduca, el escándalo forma a masas de paniqueados absortos para el consumo. El miedo es la estrategia de un mercado de amplios segmentos, cereza de un TLC dónde los hijos del ombligo de la luna yacen indefensos con sus jóvenes llenos de taquicardias, desamores en interminables reventones y depresiones.
Estamos ante la coyuntura de cambio de poderes y los mercadólogos de la ingeniería electoral, desempolvarán sus manuales para el reciclaje del nuevo producto, cuya envoltura dicta la telecracia, para que el día después del mañana, el dinosaurio siga ahí engullendo las esperanzas indefensas de un voto en las urnas de una democracia simulada.

Pero pese a todo, la responsabilidad es fundamentalmente ciudadana, el cinismo como la pornografía informativa, son los espacios de una psique social ocupados por la ausencia de una inteligencia juvenil que permanece dormida, en éxtasis artificial y de brutales despertares. Y sin embargo la homeostasis social resurge con los retos de una historia por pensar, de una conciencia de conciencias que aprende a escuchar. El desgrane social existente puede reconvertirse en sinapsis de acciones conjuntas y creadoras, molecularidad como laboratorio de experiencias y convivencias, los mil y un métodos para el abracadabra de la trascendencia social. Las artes de conjurar prejuicios, supersticiones, el miedo social entre unos y otros.
Molecularidad transformadora desde la esquina del barrio, el ejido, el paraje, Glocalidad como práctica de convivencia para derrotar la intolerancia del ciudadano de a pie. Habría que incentivar la producción intelectual de lo local para destrabar el morbo lúcido en que a caído los intelectuales de la agenda nacional, apostar al poema y a la técnica, al Quetzalcoatl trascendental de la ciencia alternativa, a los modelos de transferencia de conocimientos ciudadanos y apropiación de ideas y conceptos. Al ejercicio de la comunicación directa para crear topofilias y rescatar el espacio público de la indiferencia y el miedo. En una palabra regenerar y rescatar calendarios, para que la queja no eclipse al ser humano en su lance a la trascendencia.

Desde lago Tláhuac
Marzo/2011