martes, 24 de febrero de 2009

COOPEROTECNIAS

La indefensión mexicana aprendida es parte sustancial del desequilibrio ecológico. Hoy el desastre ecológico nos enseña las venas vinculantes y los nervios acerados de la ignorancia, de nuestro respirar universal congestionado.

Sin embargo, pareciera una contradicción, que en la obscuridad del ozono, la conciencia del otro y del yo se prefigura una claridad. Que en medio de nuestro desaseo ciudadano, la mirada de desaprobación del niño que ve tirar la basura al adulto, llene la esperanza de la reconstrucción de un nuevo hábitat, de un nuevo ethos.

Sentados frente al espejo, en el metro tal vez miramos nuestra verdadera pobreza, pero conciente o inconcientemente la ignoramos, encerrando al genio que se sabe en el otro, el del símil ciudadano que se transforma en relación a otro y al planeta.

Y mientras el cronos avanza, vivimos y morimos en el congestionamiento vial - en esa piedra cultural del sacrificio de las mercancías rodantes - , engordando la ignorancia-longa de nuestro futuro, exigiendo la liposucción del cambio, para no cambiar.

Por ello el culpable de nuestros males siempre será otro, porque es más cómodo jugar a la inconciencia y a la falta de juicio, quedándonos parados en el desastre universal con nuestras bolsas llenas de cinismo, porque el espejo humeante también es miedo oculto, el miedo de la verdad de las muchas verdades. El miedo es nuestro pan de cada día y pasivos ante la televisión nos pasmamos inactivos ante el torrentes de las malas noticias, que son el gran negocio, producto que nos despierta para seguir peleando un lugar en el amontonamiento de las soledades ciudadanas. La adrenalina a la mexicana como desayuno en la neurosis vial de todos los días.

La pobreza es la ignorancia de poder actuar para cambiar. Sobre esa premisa descansan los grandes problemas que requieren la responsabilidad de todo aquel que se dice ciudadano mexicano y del mundo. Tal es parte de la disertación del presente texto. La otra es la de ir aportando a la comunicación en la reflexión que desde nuestro estar nos toca pensar y repensar como engranajes del gran entramado de la vida.

El reto del Mercado Biocooperativo Tláhuac es aprender a vernos, desde nuestra singularidad y buena voluntad para hacer este barco, una empresa conceptual y factible de desarrollo humano.

Pensar en medio del caos metropolitano, es el inicio de la creación de los verdaderos parajes que surgen de la solidaridad humana. Como sociedad hemos demostrado unidad de acción en la desgracia ,pero no hemos iniciado los proyectos de asertividad, que requieren la constancia, y uno de ellos es el que buscamos con la realización del festival biocooperativo el 31 de enero del 2009, para fortalecer el proyecto de comercialización del cooperativismo agroecológico, educativo y cultural en Tláhuac.


Sembrando palabras

Los saberes sistematizados de apoyo mutuo, el saber ser en conjunto, lo podemos entender como una cooperotecnia.

La cooperotecnia no tiene como fin último la acumulación de capital, sino el desarrollo humano. Si bien la mercadotecnia busca la satisfacción de los deseos y necesidades de sus consumidores meta, la cooperotecnia busca el desarrollo humano en lo económico, educativo, cultural y social. La cooperotecnia son los saberes sistematizados, donde los individuos se implican en el desarrollo de sus comunidades, son asociaciones para lograr colectivamente sus metas, creación diversa de soluciones a problemáticas comunes, considerando las aportaciones de la mercadotecnia como herramienta para comunicar y no sólo vender. La cooperotecnia no sólo es cuantitativa, sino cualitativa; ésta última referida a la calidad de comunidad creada. Esta es una aportación conceptual al cultivo de comunidades.

El término biocooperativo es un concepto vinculante de saberes en trabajo compartido, agroecológico, educativo y cultural, que concibe a la vida como diversa, genuina desde su potencial creativo local en una conciencia universal e infinita. Es la construcción de la autonomía creativa del desarrollo humano, con versatilidad de diversos órdenes, el biocooperativismo es un rizoma social. Para sembrar y cosechar el respeto y la confianza ciudadana.



Desde el observatorio Tláhuac, los jóvenes, la tierra y algo más…

La zona metropolitana de la ciudad de México continúa su desordenado y especulativo crecimiento, la contaminación, el hacinamiento, la degradación de la vida y la destrucción de los ecosistemas son consecuencias de la destrucción de la solidaridad humana; que dan impunidad a la acumulación del capital. Los niveles de ozono que contaminan el espíritu y se suman a la inconciencia de la globalización de la miseria que degrada al planeta.

El mundo desde hace tiempo se ha embarcado en la nave global de los locos, y en nombre de la modernidad y la indiferencia, de la ganancia y la prosperidad, inexorablemente continúa asfaltando las últimas chinampas, las últimas biosferas, para dar paso a los escaparates y unidades habitacionales, de fortunas fáciles sobre sabios ahuejotes, ejemplos locales de nuestra evolución biocultural.

El amor a la tierra se va convirtiendo en el cadáver de la modernidad neoliberal. Los jóvenes estudian para ser ejecutivos de tiempo completo o se ven conminados al desempleo e indefensos, se convierten en el mercado por excelencia del narcotráfico, y la delincuencia. Su juventud rebelde se vuelve contra si misma, diluyendo la esperanza de un posible planeta humanizado. En este mundo los jóvenes no se encuentran, se suicidan en la inexistencia. La distinción mercantil no les alcanza para sentirse libres, han sido abonados al abandono para las siguientes generaciones. La miseria juvenil es un gran negocio.

Y en el desierto de respuestas humanas el dinero, es todo pero nada, pues no es suficiente la impresionante riqueza sobre la impresionante pobreza, y encapsulados en la manipulación de nuestros deseos -que nunca llenan nuestras necesidades vitales - la marca y la última droga, nunca serán el puerto último de la felicidad.

El pesimismo altamente redituable, nos conmina a la sobrevivencia del changarro y/o a una vida cronometrada de trabajar con tiempos extras para vivir eternamente endrogados.

La deshumanización es la mayor depredación planetaria. Si el humano colapsa, entonces nuestras casas, los bellos parajes, también.

La televisión no comunica, sólo vende, no contribuye a construir comunidades, deseduca en el consumismo, genera masas de consumidores, no contribuye a formar sujetos libres, sino a crear públicos consumidores de deseos por mercancías efímeras de bienestar, explota el ego e infantiliza al ciudadano a través del movimiento de sus deseos. La depredación del planeta se da también por los medios masivos de comunicación, desde la deseducación, en primer lugar.

La infantilización de algunos académicos, e intelectuales, es que pretenden explicar la realidad desde la luz de sus conocimientos y desde sus escaparates se vuelven enjuiciadores y diagnostican, sumando sus investigaciones a las largas filas de quejas documentadas que solo les alcanza para subir bonos en el siguiente cheque. La petulancia los distingue, convirtiéndolos en la otra cara de la queja que tanto contaminan, junto con los noticieros sobre el destino manifiesto de la miseria mexicana mundial.

Tláhuac, la ciudad, México, el planeta, degrada su riqueza natural y cada día somos más pobres y la mayor pobreza, es la que ignoramos, la que vemos pero no observamos, la que sentimos pero no entendemos , pues nuestro espíritu ha sido deseducado en los medios masivos de comunicación, en la acrítica escuela y de manera fundamental en la familia.

La acumulación y la compulsión de mayor posesión, de los intereses más poderosos sobre los recursos del planeta, es proporcionalmente directa a la devastación de la naturaleza. La diversidad del planeta es un problema de conquista y transformación del ciclo de los mercados.

El cultivo de alimentos para consumo humano es desplazado por el cultivo de agrocombustibles, que alimentarán a las grandes industrias. La biodiversidad es arrasada por los monocultivos, y culturas locales en contacto con su hábitat, son arrasadas por las grandes marcas y cadenas comerciales. El camino, la alimentación chatarra y hormonal, la macdonalización alimentaria, que es la ocupación de los cuerpos humanos, el tatuaje global en el sobrepeso quejumbroso de una sociedad consumidora e infantilizada.

El exterminio de la biodiversidad también es el exterminio de la identidad y la diversidad cultural. Sin memoria, los esclavos del miedo, son también los de la inconciencia.

En el DF se consumen 44 millones de litros de gasolina y combustibles al día ; en Tláhuac, el entorno rural desaparece a causa de asentamientos irregulares y corrupción, pese a que son áreas naturales protegidas y suelos de conservación. El corredor Tláhuac, Xochimilco, y Milpa Alta forma parte del 2%, que alberga la biodiversidad del planeta .

Los capitalinos contamos con una gran riqueza natural en éstos lugares. A veces los mismos que habitamos a un radio corto a las chinampas no sabemos lo que estamos dejando perder. Los invernaderos y tierras cultivables han sido abandonadas por una ciudadanía que ha perdido el sentido de la sobrevivencia en la organización y el gran cáncer de asfalto los devora. Ahora no importa sembrar la tierra y generar alimentos sanos, ahora nos interesa que los abuelos vendan sus tierras al mejor postor.

Los programas gubernamentales muchas veces no llegan al verdadero campesino, y a falta de transparencia, la información se vuelve exclusiva para unos cuantos, en el abandono de la tierra para otros; y el deterioro ambiental para todos. No es que la tierra no produzca, es que el nutriente humano fundamental de la conciencia y la organización no lo hemos sembrado a esta tierra. La vida tiene sed de la conciencia humana.

Grandes son los sucesos históricos que guarda la tierra de Tláhuac y si el habitante no organiza su voz, esa historia que la tierra alberga, muere. Un Tláhuac sin memoria es un pueblo sin identidad, un Tláhuac sin memoria es un pueblo sin dignidad.

Repensar y entender que somos parte del planeta y de un universo más trascendental, es reflexionar sobre la chinampa, los humedales y la sierra, que nos compelen a actuar a no morir, ¿Pues no somos acaso la flecha de la evolución? ¿No somos lo más granado de la vida? ¿No pesa en nosotros la responsabilidad de la conservación de la vida?

Transfiramos a los jóvenes el conocimiento para el desarrollo de proyectos y empresas sociales con respeto a la vida, donde la tradición se complemente con la tecnología, y deje de ser la herramienta enemiga, y entremos al cambio generacional de un nuevo concepto de modernidad, donde integración sea diversidad. La ignorancia de la diversidad nos encamina al miedo y a la desintegración, la ruta del eterno retorno que no aprende de sus errores y dolores.

Reaprender que nadie es poseedor de la verdad absoluta, es revivir nuestras percepciones sobre la vida y el medio ambiente. Reaprender, es descontaminarnos de la ignorancia, que alimenta el prejuicio.

El que aún posee sus tierras, aún posee la esperanza de la conservación de la vida humana, de su diversidad cultural y del medio ambiente al que le fue dado para cuidar. Eso nos hace diferentes a la destrucción inconciente del que tira la basura, contamina, arrasa cultivos y hábitats, y termina vendiendo su tierra al mejor postor, o del resentido que despoja a su hermano, vocifera su falta de libertad, su esclavismo de interminables deseos insatisfechos frente a los aparadores de un Wal Mart.

La inconciencia es un reto educativo de la vida y la colectividad humana, reconocerlo desde nuestra individualidad, es el principio donde inicia la sanación de la tierra. El ethos que nos enseñaron los griegos surgió por el hábitat externo y acabó como herencia del cultivo del espíritu. Ahora el inicio de la vida en sincronía con la especie humana, inicia desde el ethos de cada uno y la capacidad colectiva de cultivarlo.

En el origen de nuestra evolución cultural y educativa, nos encontramos de manera trascendental, cuando aprendimos a cultivar la tierra, el espíritu colectivo que permitió la evolución cultural.

Esa fue la enseñanza de la tierra al humano, la abstracción fundamental de nuestra evolución que derivó en la creación de las escuelas, esos invernaderos del conocimiento, que hoy deslucen abandonados por las avenidas de Tláhuac, que claman justicia, y la organización de más de un ciudadano, la organización de la inteligencia profunda, para hacer productiva la tierra de nuestros ancestros y abuelos. Esa inteligencia que podemos bautizar como la chinampa trascendental, la chinampa del planeta humanizado.

El humano que devasta al planeta desde su propio ser, hasta llegar a la política y al concepto de competitividad contra la capa de ozono, es un humano banal, egocéntrico y lleno de prejuicios. Vive auto etiquetado y prejuiciando lo diferente a sus estándares de alienación comercial.

La devastación obedece al orden del pensamiento banal y al espíritu quebrantado de un liderazgo mundial de grandes acumulaciones de capital y en evidente decadencia. Porque la pobreza ante todo, es una larga cadena de inconciencias.

Mercado de conciertos y biocooperativismo

El planeta comunica, como esos invernaderos abandonados, como esas tormentas y deshielos planetarios, y pide reconversión de pensamiento y sentimiento, pide nuevos caminos de inteligencia, Pide el trabajo inteligente, el autoconocimiento y reconocimiento en la ayuda mutua y solidaria, pide tapar la caja de Pandora de los prejuicios, y la tregua para desarrollar el músculo inteligente del trabajo para un fin común.

El trabajo cooperativo es la extensión y parte de la trama de la vida, del micelio multiplicador, donde todos sus miembros son la riqueza del conjunto .

Con estas visiones de ser y desde el estar en el planeta Tláhuac, proponemos el mercado biocooperativo para su sustentabilidad, transferencia y autoconocimiento compartido; como cultivo y cosecha permanente. Reconvertir y construir el calendario cultural agrícola, como camino de integración inteligente de filosofías, ciencias, tecnologías y artes del creador glocal. . Es el reto del pensamiento inteligente.

El acto cooperativo como integración de saberes en la organización conciente, es el que se crea en conjunto, entre el teórico y el empírico, entre el académico y el sabio de la tierra, entre el joven y el viejo, entre el vecino local y el del mundo, entre el rebelde sin causa y el que cree en las causalidades, entre el espiritual y el racionalista, entre el enamorado a cielo abierto y el que aprendió hacer su invernadero de amores.

El que co-opera se entrega y trasciende la experiencia de los desamores, para anclar su nave en mejores puertos multiplicadores de confianzas ciudadanas. La institucionalidad ciudadana, templada en la experiencia con su alforja de historias, esperando compartirle a las nuevas generaciones.

El saber, es la purificación del conocimiento, una dinámica circulante de redes de colaboración. El conocimiento compartido no tiene un absoluto, ni sabiduría petulante de individuos convertidos en pequeños dioses de barro, pues el conocimiento como el ser humano es finito y perfectible.

El objetivo educativo, es entender y revalorar las partes como un todo, la complejidad de pertenecer al mundo desde una nueva responsabilidad y convicción, más allá de la realidad de la pobreza de la resignación y del pesimismo, estados del espíritu que abonan grandes ganancias.

El proyecto del mercado biocooperativo, busca comercializar con una conciencia más allá del estándar productivista, busca el desarrollo integral de sus miembros; la cultura, la ecología, la educación, el arte las filosofías dialogantes para el acuerdo para el desarrollo local y humano de Tláhuac.

El proyecto de comercialización busca la creatividad propositiva del otro, busca el acuerdo entre creativos, para crear autonomías como principio de sustentabilidad, busca el equilibrio del ejercicio de la política pública. Busca medir los resultados de la gestión social, documentarlos, reaprenderlos y reproducirlos.
El proyecto biocooperativo busca la formación de organizaciones cooperativas en la práctica, busca la propuesta orgánica de educación en la vida organizacional, busca bifurcarse, extenderse, con nuevos valores y economía humanizada. El todo en cualquiera de sus partes es la verdadera fuerza de la organización cooperativa y solidaria.
El Primer Festival Biocooperativo busca el acuerdo horizontal para desarrollar la producción agrícola y educativa del campo en Tláhuac. Busca el acuerdo para una comercialización con identidad e imagen que comunique y no tan sólo venda.
El Primer Festival Biocooperativo, se plantea la red de las estéticas, el de los lenguajes artísticos y culturales. La siembra y cosecha de subjetividades para el bien-estar en la glocalidad.
Por tal motivo el Festival Biocooperativo convoca a todos aquellos ciudadanos de buena voluntad, al trabajador del campo, al promotor cultural, al artista, al empresario, al profesor de la vida más allá del aula, a los jóvenes que no se confunden con el dolor como estado de vida, ni se abren las venas como moda de indefensión, a implicarse y participar en este proyecto que los invita a desarrollar apoyos mutuos.

En este proyecto se han ido sumando en la organización de la oferta cooperativa:

A nivel de expoventas ornamentales y talleres al grupo de producción Cutzi Huriata cuya responsable es la Ing. Cecilia López Valdés, a los compañeros Cooperativistas de ETHOS, a los compañeros artistas del Colectivo Caótico con su propuesta submetropolitana, al grupo Karma con su nuevo parto discográfico, a los amigos de Urbanrunners con su propuesta de deporte extremo. Se suman a este rizoma, los compañeros de Real de Tláhuac, músicos de raigambre en nuestra comunidad, al grupo de danza folklórica Huitzilihuitl de Tecomitl, Milpa Alta, los compañeros infaltables de la cooperativa Pascual, al igual con los cooperativistas Acatl con una labor importante de vinculación cooperativa, la cooperativa campeón, productora de quesos y hortalizas, labor que le da sentido a la zona chinampera, la música de Son de Maíz, compañeros de largas trayectorias de solidaridad con su arte, la asertividad siempre dispuesta del compañero Vicente Vázquez promotor de los encuentros empresariales, el fotógrafo Alberto Barranco, cronista iconográfico de Tláhuac, al poeta Porfirio García fundador de Poetas en Construcción de Cd Neza, la Rondalla del amor de Sn Andrés, del mágico Mixquic, y muchos otros cronopios cooperativos de este gran ombligo citadino que se irán sumando.

Esperemos vernos y aprendernos pronto, recibiendo al 2009 con la disposición al acuerdo que conjure herencias de interminables quejas, y nos compela a buscar soluciones comunes a problemáticas comunes, para sembrar nuestras creatividades en las infinitas redes de la vida. Por todo lo anterior, va este grano textual de acción y bienvenida.


Tláhuac
Invierno/09
luzdesombras@hotmail.com
http://antelmogarcia.blogspot.com/

COOPEROTECNIAS

La indefensión mexicana aprendida es parte sustancial del desequilibrio ecológico. Hoy el desastre ecológico nos enseña las venas vinculantes y los nervios acerados de la ignorancia, de nuestro respirar universal congestionado.

Sin embargo, pareciera una contradicción, que en la obscuridad del ozono, la conciencia del otro y del yo se prefigura una claridad. Que en medio de nuestro desaseo ciudadano, la mirada de desaprobación del niño que ve tirar la basura al adulto, llene la esperanza de la reconstrucción de un nuevo hábitat, de un nuevo ethos.

Sentados frente al espejo, en el metro tal vez miramos nuestra verdadera pobreza, pero conciente o inconcientemente la ignoramos, encerrando al genio que se sabe en el otro, el del símil ciudadano que se transforma en relación a otro y al planeta.

Y mientras el cronos avanza, vivimos y morimos en el congestionamiento vial - en esa piedra cultural del sacrificio de las mercancías rodantes - , engordando la ignorancia-longa de nuestro futuro, exigiendo la liposucción del cambio, para no cambiar.

Por ello el culpable de nuestros males siempre será otro, porque es más cómodo jugar a la inconciencia y a la falta de juicio, quedándonos parados en el desastre universal con nuestras bolsas llenas de cinismo, porque el espejo humeante también es miedo oculto, el miedo de la verdad de las muchas verdades. El miedo es nuestro pan de cada día y pasivos ante la televisión nos pasmamos inactivos ante el torrentes de las malas noticias, que son el gran negocio, producto que nos despierta para seguir peleando un lugar en el amontonamiento de las soledades ciudadanas. La adrenalina a la mexicana como desayuno en la neurosis vial de todos los días.

La pobreza es la ignorancia de poder actuar para cambiar. Sobre esa premisa descansan los grandes problemas que requieren la responsabilidad de todo aquel que se dice ciudadano mexicano y del mundo. Tal es parte de la disertación del presente texto. La otra es la de ir aportando a la comunicación en la reflexión que desde nuestro estar nos toca pensar y repensar como engranajes del gran entramado de la vida.

El reto del Mercado Biocooperativo Tláhuac es aprender a vernos, desde nuestra singularidad y buena voluntad para hacer este barco, una empresa conceptual y factible de desarrollo humano.

Pensar en medio del caos metropolitano, es el inicio de la creación de los verdaderos parajes que surgen de la solidaridad humana. Como sociedad hemos demostrado unidad de acción en la desgracia ,pero no hemos iniciado los proyectos de asertividad, que requieren la constancia, y uno de ellos es el que buscamos con la realización del festival biocooperativo el 31 de enero del 2009, para fortalecer el proyecto de comercialización del cooperativismo agroecológico, educativo y cultural en Tláhuac.


Sembrando palabras

Los saberes sistematizados de apoyo mutuo, el saber ser en conjunto, lo podemos entender como una cooperotecnia.

La cooperotecnia no tiene como fin último la acumulación de capital, sino el desarrollo humano. Si bien la mercadotecnia busca la satisfacción de los deseos y necesidades de sus consumidores meta, la cooperotecnia busca el desarrollo humano en lo económico, educativo, cultural y social. La cooperotecnia son los saberes sistematizados, donde los individuos se implican en el desarrollo de sus comunidades, son asociaciones para lograr colectivamente sus metas, creación diversa de soluciones a problemáticas comunes, considerando las aportaciones de la mercadotecnia como herramienta para comunicar y no sólo vender. La cooperotecnia no sólo es cuantitativa, sino cualitativa; ésta última referida a la calidad de comunidad creada. Esta es una aportación conceptual al cultivo de comunidades.

El término biocooperativo es un concepto vinculante de saberes en trabajo compartido, agroecológico, educativo y cultural, que concibe a la vida como diversa, genuina desde su potencial creativo local en una conciencia universal e infinita. Es la construcción de la autonomía creativa del desarrollo humano, con versatilidad de diversos órdenes, el biocooperativismo es un rizoma social. Para sembrar y cosechar el respeto y la confianza ciudadana.



Desde el observatorio Tláhuac, los jóvenes, la tierra y algo más…

La zona metropolitana de la ciudad de México continúa su desordenado y especulativo crecimiento, la contaminación, el hacinamiento, la degradación de la vida y la destrucción de los ecosistemas son consecuencias de la destrucción de la solidaridad humana; que dan impunidad a la acumulación del capital. Los niveles de ozono que contaminan el espíritu y se suman a la inconciencia de la globalización de la miseria que degrada al planeta.

El mundo desde hace tiempo se ha embarcado en la nave global de los locos, y en nombre de la modernidad y la indiferencia, de la ganancia y la prosperidad, inexorablemente continúa asfaltando las últimas chinampas, las últimas biosferas, para dar paso a los escaparates y unidades habitacionales, de fortunas fáciles sobre sabios ahuejotes, ejemplos locales de nuestra evolución biocultural.

El amor a la tierra se va convirtiendo en el cadáver de la modernidad neoliberal. Los jóvenes estudian para ser ejecutivos de tiempo completo o se ven conminados al desempleo e indefensos, se convierten en el mercado por excelencia del narcotráfico, y la delincuencia. Su juventud rebelde se vuelve contra si misma, diluyendo la esperanza de un posible planeta humanizado. En este mundo los jóvenes no se encuentran, se suicidan en la inexistencia. La distinción mercantil no les alcanza para sentirse libres, han sido abonados al abandono para las siguientes generaciones. La miseria juvenil es un gran negocio.

Y en el desierto de respuestas humanas el dinero, es todo pero nada, pues no es suficiente la impresionante riqueza sobre la impresionante pobreza, y encapsulados en la manipulación de nuestros deseos -que nunca llenan nuestras necesidades vitales - la marca y la última droga, nunca serán el puerto último de la felicidad.

El pesimismo altamente redituable, nos conmina a la sobrevivencia del changarro y/o a una vida cronometrada de trabajar con tiempos extras para vivir eternamente endrogados.

La deshumanización es la mayor depredación planetaria. Si el humano colapsa, entonces nuestras casas, los bellos parajes, también.

La televisión no comunica, sólo vende, no contribuye a construir comunidades, deseduca en el consumismo, genera masas de consumidores, no contribuye a formar sujetos libres, sino a crear públicos consumidores de deseos por mercancías efímeras de bienestar, explota el ego e infantiliza al ciudadano a través del movimiento de sus deseos. La depredación del planeta se da también por los medios masivos de comunicación, desde la deseducación, en primer lugar.

La infantilización de algunos académicos, e intelectuales, es que pretenden explicar la realidad desde la luz de sus conocimientos y desde sus escaparates se vuelven enjuiciadores y diagnostican, sumando sus investigaciones a las largas filas de quejas documentadas que solo les alcanza para subir bonos en el siguiente cheque. La petulancia los distingue, convirtiéndolos en la otra cara de la queja que tanto contaminan, junto con los noticieros sobre el destino manifiesto de la miseria mexicana mundial.

Tláhuac, la ciudad, México, el planeta, degrada su riqueza natural y cada día somos más pobres y la mayor pobreza, es la que ignoramos, la que vemos pero no observamos, la que sentimos pero no entendemos , pues nuestro espíritu ha sido deseducado en los medios masivos de comunicación, en la acrítica escuela y de manera fundamental en la familia.

La acumulación y la compulsión de mayor posesión, de los intereses más poderosos sobre los recursos del planeta, es proporcionalmente directa a la devastación de la naturaleza. La diversidad del planeta es un problema de conquista y transformación del ciclo de los mercados.

El cultivo de alimentos para consumo humano es desplazado por el cultivo de agrocombustibles, que alimentarán a las grandes industrias. La biodiversidad es arrasada por los monocultivos, y culturas locales en contacto con su hábitat, son arrasadas por las grandes marcas y cadenas comerciales. El camino, la alimentación chatarra y hormonal, la macdonalización alimentaria, que es la ocupación de los cuerpos humanos, el tatuaje global en el sobrepeso quejumbroso de una sociedad consumidora e infantilizada.

El exterminio de la biodiversidad también es el exterminio de la identidad y la diversidad cultural. Sin memoria, los esclavos del miedo, son también los de la inconciencia.

En el DF se consumen 44 millones de litros de gasolina y combustibles al día ; en Tláhuac, el entorno rural desaparece a causa de asentamientos irregulares y corrupción, pese a que son áreas naturales protegidas y suelos de conservación. El corredor Tláhuac, Xochimilco, y Milpa Alta forma parte del 2%, que alberga la biodiversidad del planeta .

Los capitalinos contamos con una gran riqueza natural en éstos lugares. A veces los mismos que habitamos a un radio corto a las chinampas no sabemos lo que estamos dejando perder. Los invernaderos y tierras cultivables han sido abandonadas por una ciudadanía que ha perdido el sentido de la sobrevivencia en la organización y el gran cáncer de asfalto los devora. Ahora no importa sembrar la tierra y generar alimentos sanos, ahora nos interesa que los abuelos vendan sus tierras al mejor postor.

Los programas gubernamentales muchas veces no llegan al verdadero campesino, y a falta de transparencia, la información se vuelve exclusiva para unos cuantos, en el abandono de la tierra para otros; y el deterioro ambiental para todos. No es que la tierra no produzca, es que el nutriente humano fundamental de la conciencia y la organización no lo hemos sembrado a esta tierra. La vida tiene sed de la conciencia humana.

Grandes son los sucesos históricos que guarda la tierra de Tláhuac y si el habitante no organiza su voz, esa historia que la tierra alberga, muere. Un Tláhuac sin memoria es un pueblo sin identidad, un Tláhuac sin memoria es un pueblo sin dignidad.

Repensar y entender que somos parte del planeta y de un universo más trascendental, es reflexionar sobre la chinampa, los humedales y la sierra, que nos compelen a actuar a no morir, ¿Pues no somos acaso la flecha de la evolución? ¿No somos lo más granado de la vida? ¿No pesa en nosotros la responsabilidad de la conservación de la vida?

Transfiramos a los jóvenes el conocimiento para el desarrollo de proyectos y empresas sociales con respeto a la vida, donde la tradición se complemente con la tecnología, y deje de ser la herramienta enemiga, y entremos al cambio generacional de un nuevo concepto de modernidad, donde integración sea diversidad. La ignorancia de la diversidad nos encamina al miedo y a la desintegración, la ruta del eterno retorno que no aprende de sus errores y dolores.

Reaprender que nadie es poseedor de la verdad absoluta, es revivir nuestras percepciones sobre la vida y el medio ambiente. Reaprender, es descontaminarnos de la ignorancia, que alimenta el prejuicio.

El que aún posee sus tierras, aún posee la esperanza de la conservación de la vida humana, de su diversidad cultural y del medio ambiente al que le fue dado para cuidar. Eso nos hace diferentes a la destrucción inconciente del que tira la basura, contamina, arrasa cultivos y hábitats, y termina vendiendo su tierra al mejor postor, o del resentido que despoja a su hermano, vocifera su falta de libertad, su esclavismo de interminables deseos insatisfechos frente a los aparadores de un Wal Mart.

La inconciencia es un reto educativo de la vida y la colectividad humana, reconocerlo desde nuestra individualidad, es el principio donde inicia la sanación de la tierra. El ethos que nos enseñaron los griegos surgió por el hábitat externo y acabó como herencia del cultivo del espíritu. Ahora el inicio de la vida en sincronía con la especie humana, inicia desde el ethos de cada uno y la capacidad colectiva de cultivarlo.

En el origen de nuestra evolución cultural y educativa, nos encontramos de manera trascendental, cuando aprendimos a cultivar la tierra, el espíritu colectivo que permitió la evolución cultural.

Esa fue la enseñanza de la tierra al humano, la abstracción fundamental de nuestra evolución que derivó en la creación de las escuelas, esos invernaderos del conocimiento, que hoy deslucen abandonados por las avenidas de Tláhuac, que claman justicia, y la organización de más de un ciudadano, la organización de la inteligencia profunda, para hacer productiva la tierra de nuestros ancestros y abuelos. Esa inteligencia que podemos bautizar como la chinampa trascendental, la chinampa del planeta humanizado.

El humano que devasta al planeta desde su propio ser, hasta llegar a la política y al concepto de competitividad contra la capa de ozono, es un humano banal, egocéntrico y lleno de prejuicios. Vive auto etiquetado y prejuiciando lo diferente a sus estándares de alienación comercial.

La devastación obedece al orden del pensamiento banal y al espíritu quebrantado de un liderazgo mundial de grandes acumulaciones de capital y en evidente decadencia. Porque la pobreza ante todo, es una larga cadena de inconciencias.

Mercado de conciertos y biocooperativismo

El planeta comunica, como esos invernaderos abandonados, como esas tormentas y deshielos planetarios, y pide reconversión de pensamiento y sentimiento, pide nuevos caminos de inteligencia, Pide el trabajo inteligente, el autoconocimiento y reconocimiento en la ayuda mutua y solidaria, pide tapar la caja de Pandora de los prejuicios, y la tregua para desarrollar el músculo inteligente del trabajo para un fin común.

El trabajo cooperativo es la extensión y parte de la trama de la vida, del micelio multiplicador, donde todos sus miembros son la riqueza del conjunto .

Con estas visiones de ser y desde el estar en el planeta Tláhuac, proponemos el mercado biocooperativo para su sustentabilidad, transferencia y autoconocimiento compartido; como cultivo y cosecha permanente. Reconvertir y construir el calendario cultural agrícola, como camino de integración inteligente de filosofías, ciencias, tecnologías y artes del creador glocal. . Es el reto del pensamiento inteligente.

El acto cooperativo como integración de saberes en la organización conciente, es el que se crea en conjunto, entre el teórico y el empírico, entre el académico y el sabio de la tierra, entre el joven y el viejo, entre el vecino local y el del mundo, entre el rebelde sin causa y el que cree en las causalidades, entre el espiritual y el racionalista, entre el enamorado a cielo abierto y el que aprendió hacer su invernadero de amores.

El que co-opera se entrega y trasciende la experiencia de los desamores, para anclar su nave en mejores puertos multiplicadores de confianzas ciudadanas. La institucionalidad ciudadana, templada en la experiencia con su alforja de historias, esperando compartirle a las nuevas generaciones.

El saber, es la purificación del conocimiento, una dinámica circulante de redes de colaboración. El conocimiento compartido no tiene un absoluto, ni sabiduría petulante de individuos convertidos en pequeños dioses de barro, pues el conocimiento como el ser humano es finito y perfectible.

El objetivo educativo, es entender y revalorar las partes como un todo, la complejidad de pertenecer al mundo desde una nueva responsabilidad y convicción, más allá de la realidad de la pobreza de la resignación y del pesimismo, estados del espíritu que abonan grandes ganancias.

El proyecto del mercado biocooperativo, busca comercializar con una conciencia más allá del estándar productivista, busca el desarrollo integral de sus miembros; la cultura, la ecología, la educación, el arte las filosofías dialogantes para el acuerdo para el desarrollo local y humano de Tláhuac.

El proyecto de comercialización busca la creatividad propositiva del otro, busca el acuerdo entre creativos, para crear autonomías como principio de sustentabilidad, busca el equilibrio del ejercicio de la política pública. Busca medir los resultados de la gestión social, documentarlos, reaprenderlos y reproducirlos.
El proyecto biocooperativo busca la formación de organizaciones cooperativas en la práctica, busca la propuesta orgánica de educación en la vida organizacional, busca bifurcarse, extenderse, con nuevos valores y economía humanizada. El todo en cualquiera de sus partes es la verdadera fuerza de la organización cooperativa y solidaria.
El Primer Festival Biocooperativo busca el acuerdo horizontal para desarrollar la producción agrícola y educativa del campo en Tláhuac. Busca el acuerdo para una comercialización con identidad e imagen que comunique y no tan sólo venda.
El Primer Festival Biocooperativo, se plantea la red de las estéticas, el de los lenguajes artísticos y culturales. La siembra y cosecha de subjetividades para el bien-estar en la glocalidad.
Por tal motivo el Festival Biocooperativo convoca a todos aquellos ciudadanos de buena voluntad, al trabajador del campo, al promotor cultural, al artista, al empresario, al profesor de la vida más allá del aula, a los jóvenes que no se confunden con el dolor como estado de vida, ni se abren las venas como moda de indefensión, a implicarse y participar en este proyecto que los invita a desarrollar apoyos mutuos.

En este proyecto se han ido sumando en la organización de la oferta cooperativa:

A nivel de expoventas ornamentales y talleres al grupo de producción Cutzi Huriata cuya responsable es la Ing. Cecilia López Valdés, a los compañeros Cooperativistas de ETHOS, a los compañeros artistas del Colectivo Caótico con su propuesta submetropolitana, al grupo Karma con su nuevo parto discográfico, a los amigos de Urbanrunners con su propuesta de deporte extremo. Se suman a este rizoma, los compañeros de Real de Tláhuac, músicos de raigambre en nuestra comunidad, al grupo de danza folklórica Huitzilihuitl de Tecomitl, Milpa Alta, los compañeros infaltables de la cooperativa Pascual, al igual con los cooperativistas Acatl con una labor importante de vinculación cooperativa, la cooperativa campeón, productora de quesos y hortalizas, labor que le da sentido a la zona chinampera, la música de Son de Maíz, compañeros de largas trayectorias de solidaridad con su arte, la asertividad siempre dispuesta del compañero Vicente Vázquez promotor de los encuentros empresariales, el fotógrafo Alberto Barranco, cronista iconográfico de Tláhuac, al poeta Porfirio García fundador de Poetas en Construcción de Cd Neza, la Rondalla del amor de Sn Andrés, del mágico Mixquic, y muchos otros cronopios cooperativos de este gran ombligo citadino que se irán sumando.

Esperemos vernos y aprendernos pronto, recibiendo al 2009 con la disposición al acuerdo que conjure herencias de interminables quejas, y nos compela a buscar soluciones comunes a problemáticas comunes, para sembrar nuestras creatividades en las infinitas redes de la vida. Por todo lo anterior, va este grano textual de acción y bienvenida.


Tláhuac
Invierno/09
luzdesombras@hotmail.com
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